jueves, 7 de enero de 2016

Cinco veces dije Cuatro

Cinco veces dije Cuatro
pensando que cada una de ellas
la única o la última sería,
especial o irrepetible.
Cierto es que todas fueron diferentes,
pero con algo en común:
aprendí, me conocí y me odié
exactamente por los mismos motivos.

Cinco veces dije Cuatro,
despreciando el Cuatro sin perdón,
sin compasión ni piedad,
con frialdad y exigencia.
Nunca llegué más lejos,
siempre me estancaba.

La primera,
la que más dolió por ser primera,
fue al ver que no me veías
fue al notar que no me sentías como yo te sentía,
fue la ignorancia, la ausencia aún de reproches,
no fue la sonrisa, pero tampoco el llanto.

En la segunda,
descubrí el asiento de atrás como una más
sintiéndome única.
Fue buscar esas 5.1 pulgadas con deseo,
esperar despierta tu mensaje,
que siempre llegaba tarde,
pero con que me llegase, me valía.
Ya no tropezaré más con esta misma piedra,
me digo, aunque me gustaría.
Diría que sería la última,
pero se que me mentiría.
Fue la que una y otra vez me hizo llorar.
Fue la de Cinco putas Cuatro,
que no me deja olvidar el Cuatro,
y menos al Cinco.
Fue y es, la que aún me persigue,
y en la que me niego a decir te quiero.

En la tercera,
el mensaje no llegó al día siguiente,
ni al otro ni al próximo,
jamás llegó,
y todavía lo sigo esperando...
Son, porque sigue en presente,
las conversaciones nunca acabadas,
la paciencia férrea,
también con lágrimas,
son las despedidas apretando los labios del dolor,
esta vez el te quiero va mordido.

La cuarta,
es ese semáforo,
que agradezco esté en rojo,
y me de tiempo a pensar en las imposibilidades.
Es tu mano en mi cintura
del modo más bello jamás visto.
Es la posibilidad utópica,
la ilusión fantástica,
el anhelo del después.
Es tu sonrisa, inmejorable.
Es el no conocerte,
Es la imposibilidad lo que hace al amor perfecto.
Siempre Cinco y siempre Cuatro,
hasta que Cinco y Cuatro cambien
hasta que encuentren sinónimas respuestas
o preguntas semejantes.

Y la quinta,
es Cinco por ser quinta pero, no eres tú,
esta vez, soy yo,
 y una vez más o como siempre,
sigo siendo Cuatro.
Es la máscara de prepotencia,
el escudo de sentimientos,
la espada desenvainada
por defender al herido corazón,
la lanza que hace desangrar al adversario,
con tal de no dejarme sentir,
de no dejarme enamorarme.
Y es el posterior odio al no saber encauzar,
al no saber expresar,
al no poder decir te quiero,
con el corazón y sin tapujos,
sin acompañamientos,
sin disimulos ni engaños.

Posdata: Te quiero.

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