India 2015

Viaje que disfruté primero con mi prima Rocío, y al que luego se sumaron mis padres y mi hermano, Mamé, Concha y Budhy. 
Viaje repleto de anécdotas, de risas, de respirar, para pensar, para amar, y sobre todo, para dar las gracias. 
Viajamos primero por el norte Rocío y yo, a Haridwar y Rishikesh, dos ciudades situadas al norte de India, a aproximadamente a 200 kilómetros de Nueva Delhi, son dos ciudades sagradas, separadas por algo menos de 20 kilómetros. El Ganges atraviesa estas ciudades haciendo que se inunden de peregrinos. En Rishikesh llegamos a perder la conciencia del tiempo, olvidamos el reloj y el móvil, no sabíamos si era lunes o era jueves, el tiempo pasaba muy lento, pero antes de lo deseado se acabó nuestra estancia allí, se acabaron los paseos por caminos sinuosos y nuestras visitas a la selva y nuestros baños en el río y los atardeceres en paz y tranquilidad.
Luego bajamos de nuevo a Delhi, donde nos encontramos con el resto de la familia, de allí viajamos en un tren directo, de 36 horas, a Goa, el estado más pequeño de India en lo referente a extensión. Cerca de 2000 kilómetros lo separan de Nueva Delhi, situado en la costa occidental de India. Esta región en temporada alta destaca por sus fiestas y desfases, pero también puede conocerse en la absoluta tranquilidad, donde la naturaleza brilla y te emociona, te hace sentirte plena y llena de vida.
De allí fuimos en tren hasta Hampi, ciudad mágica, declarada Patrimonio da la Humanidad por la Unesco hace casi 30 años, destacada por sus innumerables templos y por su contraste perfecto entre el cobrizo de sus rocas y el verde más intenso de sus campos de arroz. Un lugar lleno de historia, para perderse por sus alrededores y para encontrar el interior de una misma. Para sentir la naturaleza y olvidarte del mundo a la vez que lo sientes en toda su plenitud.
De Hampi nos fuimos separados, por un lado mis padres que por motivos de trabajo se fueron a la zona de Rajastan, y Budhy, Rocío y yo continuamos nuestra aventura, yendo a la Fundación Vicente Ferrer, la cual trabaja en una de las zonas más pobres de la India con las castas más bajas, entre ellas los dálit (intocables). Hace algo de más de 40 años, Vicente y Anne Ferrer crearon esta fundación que ha sacado de la miseria absoluta a más de 3 millones de personas, trabaja para ofrecer una buena educación, sanidad pública, mejorar la agricultura de la zona, romper con el machismo establecido, atender a personas que sufren exclusión social y son expulsadas de sus casas... Todo su proyecto surgió a partir de una idea, de un sueño que fue cogiendo forma y fuerza mediante esfuerzo y compromiso. Todo es posible si creemos en ello.  Él mismo decía  "Soy testigo directo  de que es posible cambiar este mundo".
















































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